La informática en el futuro.
Desde
sus orígenes hace poco más de 50 años, los diseños del hardware y software de
los computadores han experimentado grandes cambios. A nivel de hardware, la
continua reducción del tamaño de los transistores debido a la conocida ley de
Moore ha permitido diseñar procesadores cada vez más rápidos. A su vez, hemos
sido capaces de diseñar supercomputadores que contienen millones de estos
procesadores.
El
siglo XXI marca el comienzo de una nueva etapa de la informática, utilizando
grandes cantidades de datos, inteligencia artificial y cómputo para conectar,
comprender y transformar el mundo. Desafortunadamente, este comienzo se ve
empañado por una tendencia creciente a crear barreras tecnológicas, utilizando
la tecnología como un arma política. El tema no es nuevo. Hace unos años,
cuando comprábamos un computador, también comprábamos el software asociado a
él. No teníamos libertad alguna. Y ello hacía más complicada la posibilidad de
cambiar de fabricante y vendedor en el futuro, así como de desarrollar y
compartir aplicaciones en diferentes computadores. No obstante, hemos sido
testigos de que el vibrante ecosistema global de código abierto basado en Linux
ha roto esas barreras en el software.
En
el campo del hardware existen diferentes empresas que diseñan sus procesadores
para que ejecuten el juego de instrucciones del lenguaje máquina del que son
propietarios. Ejemplos concretos son Intel, ARM y Nvidia. Sus procesadores
están dominando el mundo, desde el Internet de las Cosas (IoT) y teléfonos
hasta los supercomputadores.
Al
igual que ocurrió con el software, estamos a la vanguardia de este mismo cambio
en el terreno del hardware. Queremos que los procesadores ejecuten un juego de
instrucciones abierto. Un ejemplo concreto es el RISC-V de Berkeley. Europa
debería adoptar, apoyar y contribuir al hardware de código abierto de manera
entusiasta, similar a su compromiso con el software de código abierto.
Tenemos
la posibilidad, por primera vez, de diseñar sistemas en el que el software y el
hardware sean desarrollados de manera conjunta en un entorno abierto, sin
restricciones. Y en el Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de
Supercomputación (BSC-CNS) creemos que Europa puede y debe liderar el
desarrollo de estos sistemas abiertos ya que reducirán nuestra dependencia de
tecnologías fabricadas en otros continentes.
Para
demostrar este compromiso, en el BSC-CNS hemos creado el Laboratorio Europeo de
Arquitectura de Computadores Abierta (LOCA), que reunirá todas las piezas
necesarias para el desarrollo conjunto de aplicaciones y procesadores. Un
laboratorio de estas características es la pieza crítica que falta para
impulsar el ecosistema de informática abierto, atrayendo a la industria global,
el talento global y apoyo gubernamental a un centro de capacitación,
investigación y desarrollo para construir hardware y software de alto
rendimiento para IoT, para computación de alto rendimiento (HPC) y para el
resto de dominios.
Aunque
acabamos de anunciar el despegue de LOCA, ya hemos dado los primeros pasos,
diseñando el primer procesador basado en RISC-V denominado Lagarto, coordinando
el desarrollo de un acelerador para supercomputadores en el proyecto EPI
(European Processor Inititative) y poniendo en marcha, a nivel de BSC-CNS, el
MEEP, la plataforma experimental a escala del futuro MareNostrum.
Así
como el MareNostrum 1, en el año 2004, fue el primer supercomputador que
utilizó Linux como sistema operativo, uno de nuestros objetivos es intentar que
dentro de 5 años el MareNostrum 6 sea el primer supercomputador construido con
procesadores europeos y diseñado bajo la idea de esta informática libre que nos
viene.
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